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Tejer en el Mundo del Ballet: Un Enfoque Apasionado en el Vestuario
El ballet, una forma estilizada de baile que se remonta al Renacimiento italiano y francés, ha evolucionado a lo largo de los siglos, convirtiéndose en una expresión artística refinada y elegante. La llegada del ballet a Francia en el siglo XVI, de la mano de Catherine de Medici, marcó el inicio de su desarrollo, alimentado por la influencia noble y el respaldo financiero de aristócratas que contribuyeron al florecimiento de la literatura, la música, el paisaje y, especialmente, el vestuario que se incorporó a las presentaciones de ballet en las cortes europeas.
La evolución del vestuario en el ballet no ha sido simplemente una transición estética; ha sido una parte fundamental y dinámica de su historia. A medida que el tiempo avanzaba, maestros de baile y coreógrafos han dado cada vez más importancia a los trajes, buscando diseños que no solo fueran visualmente impactantes, sino que también permitieran la libertad de movimiento esencial para los bailarines. En el siglo XVIII, surgió el icónico tutú, una obra maestra de diseño que se adaptó y diversificó en diversos estilos a lo largo de los años, como el romántico, de campana invertido, de Powderpuff, y otros, cada uno con su propia estética única.
En el período romántico del ballet, la técnica y el arte alcanzaron nuevos niveles de exigencia. Carlo Blasis en Francia estableció elementos, requisitos y secuencias esenciales para la instrucción del ballet, llevando el nivel de habilidad técnica a un punto más alto y demandando uniformidad en el vestuario. Durante este tiempo, los bailarines, enfrentando entornos de trabajo fríos, tejían sus propios calentadores de tobillo, piernas, medias, capeles, chales y encogimientos de hombros con el propósito principal de mantenerse cálidos durante los ensayos.
A lo largo del siglo XX, el ballet experimentó una fase de innovación notable, con maestros como Marius Petipa coreografiando obras maestras que se han convertido en clásicos del repertorio, como "El lago de los cisnes" y "El Cascanueces". La introducción de los Ballets Russes de Serge Diaghilev en París no solo trajo consigo nuevas perspectivas en iluminación y diseño de escenarios, sino también en el vestuario, diseñado incluso por figuras destacadas como Coco Chanel.
En la segunda mitad del siglo XX, las compañías de ballet estadounidenses y artistas de todo el mundo adoptaron y compartieron las tradiciones de tejer durante los ensayos y detrás del escenario. Los bailarines tejían prendas simples y prácticas, desde calentadores hasta encogimientos de hombros, manteniendo viva la tradición de tejer en el mundo del ballet.
A medida que avanzaba el tiempo, y con el surgimiento de nuevas formas de ejercicio como Pilates en la década de 1980, las tendencias en la vestimenta de ballet experimentaron cambios significativos. Las estrictas normas de práctica se relajaron, y las compañías de danza comenzaron a ofrecer líneas de ropa tanto para la danza como para el gimnasio.
Sin embargo, en los últimos años, la tradición de tejer en el ballet ha disminuido con la disponibilidad fácil y rápida de la moda tecnológica asequible. A pesar de estos cambios, persisten bailarines y tejedores que disfrutan de tejer durante los ensayos, manteniendo viva una práctica que ha atravesado épocas y fronteras.
Alphonse Poulin, un bailarín de carrera y prolífico tejedor, ha llevado consigo la tradición de tejer en sus diversas experiencias en compañías de ballet alrededor del mundo. Su habilidad en seis idiomas y su dedicación al arte del tejido lo han convertido en una figura destacada en el mundo del ballet y el tejido. Después de una distinguida carrera como maestro de ballet en la Universidad de Juilliard en Nueva York, Poulin se retiró y regresó a Maine, donde disfruta de su tranquilidad y continúa tejiendo con pasión, enfocándose en realzar la belleza y funcionalidad del vestuario balletico.